El tambor de cuerdas del Pirineo, un instrumento musical que data de épocas medievales, amigo íntimo e inseparable del txistu, la txirula y la flauta entre nosotros, ha vuelto al Valle de Baztan. El fin de semana ha sonado en Bozate, Arizkun y Elizondo
Es tan antiguo que, aunque se le conoce entre los estudiosos y grupos de música folklorica, ni se le recordaba apenas en el Valle de Baztan, a donde ha regresado para sorpresa y curiosidad de muchos y satisfacción de todos. El salterio o tambor de cuerdas castellano-leonés, tamorino de cuerdas o chicotén de Aragón, tamborí de cordes en Cataluña y sokazko ttunttuna en Euskal Herria, instrumento tradicional de percusión o de cuerda pulsada primos hermanos en el Pirineo todos ellos y en media Europa, acompañantes de flauta, txistu, txirula y gaita, ha llegado indemne a nuestros tiempos y ahora además y felizmente ha vuelto al valle.
Se le conoce desde el límite con el Mediterráneo (en mitad de la tierra, según su definición) y el Alto Aragón, pasando por todo el sur pirenaico francés y ambos lados de Euskal Herria hasta las aguas del Cantábrico en Hondarribia. Y más allá también, en melodías palaciegas de media Europa y en humildes plazas y tabernas del pueblo llano, en paloteados, branles (Francia, Italia, Escocia, Gales...), en pasacalles, muxikoak, mutildantzak y un muy largo etcétera, interpretados por los últimos tañedores de estos antiquísimos instrumentos.
Este curioso y bello instrumento dicen que pertenece a la familia de las cítaras (cuerdas paralelas a la caja de resonancia), y es como una caja alargada de unos 90 centímetros de larga que suele colgarse con una correa o llevarse en el hueco interior del codo, sujeto entre antebrazo y brazo. En lo que es común, tiene seis cuerdas gruesas de tripa (de cordero, cerdo o de gato, igual que con estas últimas se hacía el pottón de las pelotas) sujetas con clavijas de madera para su afinación y otras fijas más pequeñas en la parte inferior, que son de dos grosores diferentes, se afinan en la tónica y dominante de la tonalidad del txistu, flauta, txirula o xirula o chiflo y se golpean con palos algo más gruesos que los del tamboril.
El salterio o sokazko ttunttuna para nosotros, además de acompañar rítmicamente, proporciona un acompañamento armónico, y tiene un puente móvil en su extremo inferior que sirve para poder cambiar la tonalidad según la flauta empleada.
A Baztan ha venido a primeros de mayo, como en aquella pieza del romancero tradicional que acompañaba, "...por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor" (Romance del prisionero, Anónimo), aunque lo de "la calor" no se ha dado, al contrario más bien, con lluvias y bajadas de temperatura. En la plaza antigua de Bozate, la misma en la que ahora hay asfalto y no hace mucho un cordón de losa (la que dicen piedra Baztan) sobre la que tejían su mutildantza los vecinos, a quienes en Arizkun no dejaban festejar y les hacían "pasar bajo el pañuelo" en el baile (cosa desaparecida y para mejor), hubo músicos, gigantes y grupos de dantzaris de Gallarta (Vizcaya), de Biarno (Bearn), del Alto Aragón y de Baztan, en un hermanamiento que ha de seguir, vive Dios y por mucho tiempo.
Hasta Javier Larralde, el maixu zaharra, el patriarca de nuestros txistularis y uno de los que más sabe (el que más) se animó y salió con la comitiva, con txistu en mano y sokazko ttunttuna en el hueco del brazo, por la vieja calzada que conserva sus piedras. De Goitikoste a Behitikoste, de arriba abajo del barrio y carretera adelante hasta la plaza de Arizkun, donde siguió el jolgorio y se bailaron muxikoak hasta la cena en Elkartasuna Elkartea, en el bajo de la Herriko Etxea. Y el personal, más que encantado.
Es tan antiguo que, aunque se le conoce entre los estudiosos y grupos de música folklorica, ni se le recordaba apenas en el Valle de Baztan, a donde ha regresado para sorpresa y curiosidad de muchos y satisfacción de todos. El salterio o tambor de cuerdas castellano-leonés, tamorino de cuerdas o chicotén de Aragón, tamborí de cordes en Cataluña y sokazko ttunttuna en Euskal Herria, instrumento tradicional de percusión o de cuerda pulsada primos hermanos en el Pirineo todos ellos y en media Europa, acompañantes de flauta, txistu, txirula y gaita, ha llegado indemne a nuestros tiempos y ahora además y felizmente ha vuelto al valle.
Se le conoce desde el límite con el Mediterráneo (en mitad de la tierra, según su definición) y el Alto Aragón, pasando por todo el sur pirenaico francés y ambos lados de Euskal Herria hasta las aguas del Cantábrico en Hondarribia. Y más allá también, en melodías palaciegas de media Europa y en humildes plazas y tabernas del pueblo llano, en paloteados, branles (Francia, Italia, Escocia, Gales...), en pasacalles, muxikoak, mutildantzak y un muy largo etcétera, interpretados por los últimos tañedores de estos antiquísimos instrumentos.
Este curioso y bello instrumento dicen que pertenece a la familia de las cítaras (cuerdas paralelas a la caja de resonancia), y es como una caja alargada de unos 90 centímetros de larga que suele colgarse con una correa o llevarse en el hueco interior del codo, sujeto entre antebrazo y brazo. En lo que es común, tiene seis cuerdas gruesas de tripa (de cordero, cerdo o de gato, igual que con estas últimas se hacía el pottón de las pelotas) sujetas con clavijas de madera para su afinación y otras fijas más pequeñas en la parte inferior, que son de dos grosores diferentes, se afinan en la tónica y dominante de la tonalidad del txistu, flauta, txirula o xirula o chiflo y se golpean con palos algo más gruesos que los del tamboril.
El salterio o sokazko ttunttuna para nosotros, además de acompañar rítmicamente, proporciona un acompañamento armónico, y tiene un puente móvil en su extremo inferior que sirve para poder cambiar la tonalidad según la flauta empleada.
A Baztan ha venido a primeros de mayo, como en aquella pieza del romancero tradicional que acompañaba, "...por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor" (Romance del prisionero, Anónimo), aunque lo de "la calor" no se ha dado, al contrario más bien, con lluvias y bajadas de temperatura. En la plaza antigua de Bozate, la misma en la que ahora hay asfalto y no hace mucho un cordón de losa (la que dicen piedra Baztan) sobre la que tejían su mutildantza los vecinos, a quienes en Arizkun no dejaban festejar y les hacían "pasar bajo el pañuelo" en el baile (cosa desaparecida y para mejor), hubo músicos, gigantes y grupos de dantzaris de Gallarta (Vizcaya), de Biarno (Bearn), del Alto Aragón y de Baztan, en un hermanamiento que ha de seguir, vive Dios y por mucho tiempo.
Hasta Javier Larralde, el maixu zaharra, el patriarca de nuestros txistularis y uno de los que más sabe (el que más) se animó y salió con la comitiva, con txistu en mano y sokazko ttunttuna en el hueco del brazo, por la vieja calzada que conserva sus piedras. De Goitikoste a Behitikoste, de arriba abajo del barrio y carretera adelante hasta la plaza de Arizkun, donde siguió el jolgorio y se bailaron muxikoak hasta la cena en Elkartasuna Elkartea, en el bajo de la Herriko Etxea. Y el personal, más que encantado.